domingo, 25 de mayo de 2008

Reseña de “Río Arriba”

El director y protagonista Ulises De La Orden nos ofrece una mirada profunda de la historia de la cultura del norte de nuestro país. Nos muestra, en aproximadamente una hora, como se ha ido deteriorando la esencia del pueblo coya.

Se ve incentivado a viajar al pueblo de Iruya debido a que su bisabuelo, Don Manuel De La Orden, fundó un ingenio azucarero que ha vuelto a funcionar. Allí observa que los residentes de la zona fueron forzados a trabajar con la caña de azúcar. Ulises emprende este viaje con el objetivo de conocer un poco más acerca de su origen, y termina interesándose en estas sociedades que, a causa de los ingenios azucareros como el Ingenio San Isidro (del que era propietario su bisabuelo), han perdido legitimidad.

El protagonista se dedica a lo largo de su viaje a recolectar testimonios de los nativos del lugar, charlando con ellos y escuchando con suma atención sus historias y relatos. Es así como descubre la historia de la explotación de estos pueblos, de cómo se han visto obligados a trabajar en los ingenios y dejar a un lado sus tradiciones. Pero también observa que algunos se las han ingeniado para trabajar de manera independiente. En un momento de la película, Ulises conoce a un hombre que tiene un antiguo telar en su propio hogar, y así trabaja todo el día. Esto resulta sorprendente en esta época, y genera un gran orgullo para esa persona.

“Río Arriba” abarca una problemática tanto histórico como social y económica, apuntando a la situación que viven los pueblos del norte en cuanto a la pérdida de su identidad. Pero esto lo hace desde el punto de vista de los mismos nativos, dando a conocer su resistencia a esta pérdida de identidad, el orgullo que sienten de su cultura y sus tradiciones, y su lucha por conservarlas.

Resulta difícil resistirse a la tentación de viajar al Norte después de visto este documental y, al mismo tiempo, resulta más difícil aún no sentirse indignado por la situación que viven nuestros vecinos del norte.

sábado, 24 de mayo de 2008

Carta para un superyo

Hoy quiero pedirte un favor. Quiero poder ser yo, ser libre de reglas y represiones. Déjame darle una vuelta al mundo sin tu compañía, sin tu vigilancia, quiero sentirme capaz de todo, y que los motivos no opaquen mi andar. Nacimos para vivir, y vivir no significa dejar pasar las oportunidades.

Déjame de ahora en adelante saborear el poder de la independencia, déjame ser un poco torpe y equivocarme para bien, que si los errores se disfrutan solo son errores desde afuera, desde esas miradas que poco saben lo que quieren.

Un espíritu revelde no es malo si se sabe como usarlo. ¿A quién hace daño? Después de todo, ¿qué es un alma sin espíritu? Un espacio vacío. No es nada y nada será.

No hay frustración más grande que la prohibición, sentir que no podemos hacer nada estando tan cerca crea una gran debilidad y desacuerdo con uno mismo. Por eso te pido, vete, y déjame darle rienda suelta a mis sentidos, que a diferencia de otros, no se hacen los amigos.

Por eso hoy te pido que me dejes ser, que me dejes volar sin alas, que igual voy a poder, porque eso se llama crecer. Déjame ser, que no te vas a arrepentir. Déjame ser yo, es lo mejor que puedes hacer.

domingo, 18 de mayo de 2008

Un intento de crónica...

Puna.

Uno de esos tantos domingos híbridos por fin cobra vida. Me dirijo al “Palais de Glace”, en el barrio de Recoleta, ya que hoy pasan un filme de Hernán Khourián, titulado “Puna”. Me siento en una de las butacas del fondo, y espero que comience, tan sólo unos minutos.

Una serie de imágenes en movimiento empieza a circular. Coyas avanzando en fila por la vida que les tocó andar. Las tierras áridas del norte empapadas de costumbres y tradiciones. Un recorrido por los paisajes típicos de la puna me hace viajar en mi imaginación, como si estuviera en la altura.

En realidad, no disfruté la película, sinceramente me pareció bastante mala. Y no fui el único, de las pocas personas que ocupábamos las butacas, al poco tiempo de iniciado el filme, quedaba menos de la mitad. La gente se iba parando aproximadamente cada cinco minutos para abandonar la sala.

A pesar de la calidad de la película, fue una buena experiencia rozarse con el arte independiente, vivir algo nuevo, ver que alrededor las personas son tan diferentes entre sí. No todos los días uno esta en el mismo lugar con gente de todo tipo, de toda clase, no todos los días uno siente que hay algo que nos atrajo a todos hacia ahí, aunque no haya relación alguna entre nosotros.

Además, me atrajo en cierto modo el filme porque mostraba imágenes de un lugar que yo ya conocía, y al que disfruté mucho ir. Fue como hacer un viaje en el tiempo, volver al pasado y admirar esos hermosos paisajes otra vez, como si hubiera sido ayer.

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Supongan que eso es una crónica, es lo mejor que pude hacer...

sábado, 17 de mayo de 2008

Sobre la red de viaje...

Viaje en el presente.

Abro los ojos. Miro por la ventana y parece estar amaneciendo. Ya hace un día que emprendimos viaje. Volteo la vista y veo a mis amigos, jugando al truco. No hay muchas formas de pasar el tiempo dentro del micro, cartas, música, o a lo sumo dormir. Ya no se que hacer para matar el tiempo, estoy tan ansioso por llegar y estirar las piernas. Paso horas y horas mirando por la ventana, observando el paisaje casi desierto del norte. Mesetas, arbustos, y arena fueron mi entretenimiento por horas, hasta que por fin llegamos a La Quiaca. Nos hospedamos en un hotel esa noche, para ir a una de las escuelas a la mañana siguiente.

Ya es lunes, luego de unos días de recorrido turístico por algunas provincias del país, hoy comienza nuestra misión. Visitaremos aproximadamente 10 escuelas en 5 días. En cada una nos encargamos de jugar con los chicos, de realizar tareas de relevamiento para ver que necesitan para el próximo año, hacemos obras de teatro para los chicos, manualidades, entre otras cosas.

Pero ellos también nos tienen cosas preparadas, en Cabrería disfrutamos de unas bellas coplas realizadas por los alumnos y maestros. En cada escuela aprendemos algo nuevo, vale la pena las horas de viaje amontonados en camiones de gendarmería que se caen a pedazos.

Cada vez que vamos a una escuela pasamos por algún lugar famoso de la zona, como Humahuaca o Pucará, entre otros. Y siempre asistimos a las misas de esos lugares. Además, damos un paseo por las ferias artesanales, repletas de ropas, recuerdos, e instrumentos. Por suerte no eran caros, porque compramos de todo los últimos días.

Ya es hora de volver, el tiempo pasó increíblemente rápido, la pasamos muy bien, nos conocimos más entre nosotros, y conocimos gente que tal vez ni enterados de su existencia estábamos.

Estamos volviendo ya, todos con la misma idea en la cabeza: “Ojala se repita”.

domingo, 11 de mayo de 2008

Etnografias: el antropólogo como autor.



Cerro multicolor.

Octubre del 2005. Viaje misional a lo largo de toda la puna. Junto con mis compañeros de 4to heredamos esta misión que hace 27 años realiza nuestra escuela. Vamos a enseñarles cosas nuevas a los chicos del norte, pero terminan enseñándonos ellos a nosotros.

Cuarto día. Hacemos una parada en Pucará, donde se encuentra el famoso Cerro Multicolor. A un costado de la ruta, como en cada lugar turístico de la zona, yace una feria artesanal de gran dimensión. Definitivamente cultura no se asocia con posesiones materiales. Cuanta cultura en una zona tan olvidada. Los comerciantes venden desde los gorros típicos de allí hasta billeteras o sourvenirs con el nombre del lugar tallado. A donde quiera que mire existe el regateo. Cientos y cientos de “otros” listos para pagar lo que sea por obtener un recuerdo de ese lugar.

¿Mi adquisición? Además del típico frasquito con tierra de los 7 colores del cerro y un sweater de lana; un mini saxofón de madera, que como buen amante de la música, apenas vi, no pude evitar preguntar cuánto estaba. Había tantas cosas interesantes, una cantidad abismal de instrumentos musicales caseros y de ropas artesanales.

Al fondo del camino de tierra, cuando finalizan los negocios callejeros, se encuentra una modesta parroquia, construida con ladrillos, y con una campana en la cima. En cualquier pueblo que fuera, había una. Son muy creyentes, desde chicos les enseñan el catolicismo. En fin, entramos todos a la pequeña parroquia y nos sentamos en los banquitos de madera a escuchar el sermón. Luego de unas palabras del sacerdote, los llamados “coyas” toman algunos instrumentos y nos hacen escuchar algunos de los cantos típicos del lugar. Una compañera de mi curso toma una guitarra y se suma. En verdad nos hacían sentir parte de todo. En cambio, si ellos vinieran a pasar unos días a la capital, creo que no se sentirían tan cómodos en el ambiente discriminatorio en el que convivimos.

Después de esta descripción, concluyo con una reflexión. Además de amar los paisajes del norte, creo que esas ferias artesanales que están por todas partes, no son sólo ferias artesanales, son verdaderas fuentes de cultura y aprendizaje. Fue una gran experiencia, una de las mas importantes de mi vida, y ojala pueda repetirla. Lo que uno menos espera cuando emprende un viaje misional, es aprender más de lo que enseña, recibir más de lo que da, volver con la mente completamente distinta.

Zona Narrativa (parti 1 bis)

Tierra de Gigantes.


Ellos me miran como serpientes hambrientas de un ratón. Ellos se arrastran hacia mí como si no fuera de su especie. Me siento diferente, no me siento una persona en este lugar. Me cuesta encontrar mi identidad. No se quién soy, no se quiénes son ellos, y tampoco se si quiero descubrirlo.

Pareciera ser una tierra de gigantes, entre los edificios, los muebles, los autos, me siento tan pequeño, y ellos mismos multiplican mi tamaño. Me rodean y me observan desde arriba como esperando que yo haga algo entre los barrotes, como si pudiera hacer algo allí. Escucho que murmuran pero no entiendo lo que dicen, ¿será un idioma de gigantes? ¿Hablarán en código a propósito para que yo no entienda lo que dicen? Cuantas preguntas y nadie que me responda…

Cuando estoy solo me asomo por la ventana, imaginando qué será del mundo allá fuera, lejos, donde ya la vista no alcanza. Lejos del ruido, de los gritos, de los autos, de esa gente extraña, lejos del miedo. Todos los días me pregunto que sería de mí lejos de ese lugar.

Me resulta difícil entender exactamente donde estoy si la única fuente de conocimiento que tengo es lo que observo por la ventana. No he salido de detrás de estos barrotes desde que tengo uso de memoria, y aunque intentara escapar, me atraparían antes de dar dos pasos, están por todas partes.

Llegué a un punto en el que solo puedo sentarme y llorar, llorar y esperar. Se que alguien tiene que haber en este lugar que me ayude, que me entienda, pero por el momento no lo he encontrado. Así que decidí seguir sentado esperando, convencido de que la espera tiene sentido.

Para mi sorpresa, a la mañana siguiente, sentí una voz hablando, pero no había otra vez que le contestara. Abrí los ojos, y era ella. Ella me estaba hablando a mí, y yo podía entenderla. La inmensa felicidad que sentí en ese momento no tenía comparación, por fin me sentía cómodo. Ella me hacía sentir cómodo. Ella, tan idéntica a mí que me hace sentir alguien otra vez en esta tierra de locos. Ella, que me mira fijo como si no quisiera mirar nada más, me demuestra que se siente igual que yo. Ahora puedo estar bien, siempre detrás de tanta oscuridad está su luz.

sábado, 3 de mayo de 2008

Un dia como los demas..

Sabado a la mañana, me sumerjo en la rutina una vez mas y salgo a la calle en busca de las monedas que me pagaran el boleto de colectivo. Tarea dificil, uno siempre termina comprando caramelos o alguna otra cosa que en verdad no quiere para lograr este fin.
Efectivamente, esta no seria la excepcion. Frente a la parada de la línea 2 se encuentra uno de esos kioskos de diario que parecen vender hasta cámaras digitales robadas.
- ¿Cuánto está el Clarín?
- $2,50 amigo.
-(¿Amigo? si ni me conocés, como me vas a decir amigo? cuanto confianza..)
- Ah, bueno, dame uno por favor.
- Acá tenés, tomá el cambio.
- Gracias.
Al finalizar la transacción me dirijo hacia la parada del colectivo y veo a una chica saludandome con la mano. Me parece familiar, me acerco y me doy cuenta de que es una amiga que no veia hace años.
Nos pusimos a charlar de la vida, de como habian cambiado las nuestras desde que nos conocimos. En ese momento llego el colectivo.
Mientras pensaba por dentro en lo linda uqe se habia puesto (para que negarlo, no?) le pregunte:
-Te tomás este?
- Si, voy para caballito.
- Bueno, vamos juntos, yo sigo después.
Subimos, y continuó la conversacion por al menos media hora hasta que ella se bajó. Y ahi llegó mi turno, un rato después me encontraba tocando el timbre para bajar.

Nueve de la mañana, ya me encuentro en el lugar donde el tiempo no avanza, más conocido como el trabajo (aunque yo lo llamaria infierno).
En este lugar adquiero un tic de sacar el celular del bolsillo cada minuto y medio para mirar la hora con la esperanza de qeu sean las res de la tarde.
En fin, comienzo a hacer mis tareas, hasta que una compañera me pregunta si necesito ayuda, ya que ella no tenia nada que hacer. Luego de llenarme de envidia porque yo sí tenia mucho que hacer, le pasé un par de tareas y le agradecí (que se joda por preguntar no?).
Como el ambiente estaba algo silencioso, entré a internet, a youtube, y puse videos de Queen para escuchar. Hicieron un poco más amena la mañana.
Se hicieron las tres, ¡por fin! pero ahora me encuentro en otro problema, necesito monedas para volver. Para mi suerte, otra compañera tenía unas de sobra que fueron mi salvación. Así que le agradecí, saludé a todos y emprendí camino. El colectivo llegó rapido, subí, pague el boleto y me senté. Saqué un cuaderno y comencé a escribir algo que después titulé "Un dia como los demas".

Siempre nos cansa la rutina, peor todos los dias hay algo, por mas minimo que sea, que hace qeu ese dia sea distinto a los demas. Tal vez haya que prestar atencion a esas pequeñas cosas para no tener tendencias suicidas luego de unos meses.