domingo, 24 de agosto de 2008

Proyecto de Escritura

“…SI NUESTRA TIERRA HABLARA…”





Hace tiempo que estoy perdido. No tengo noción del tiempo. No se si es hoy, ayer o mañana. No se si mañana será mejor. Sólo pienso en una cosa...





24.12.1916

Ya casi es media noche. Las aguas se agitan como rara vez lo han hecho en las últimas semanas. Esta será la primera navidad que pase lejos de mi familia, tendré que hacerme un regalo yo mismo. Ojalá pudiera obsequiarme la libertad, ¿qué mejor regalo que ese? Que cuando lo tenemos no lo aprovechamos...

Faltan cinco minutos para las doce y yo no tengo ni un arbolito que adornar, ni un regalo que

abrir, ni un amigo a quien abrazar. Tan sólo yo encerrado en este viejo barco de carga viajando a

quién sabe donde, desde quién sabe cuando.

25.12.1916

Doce y un minuto. Feliz navidad, me pienso a mí mismo. No escucho a nadie festejando, seguramente todos están en la misma situación que yo.

Ya paró la tormenta, así como mis nauseas. Pero mi cabeza sigue nauseabunda, no dejan de venir recuerdos de navidades anteriores. Hermosos recuerdos, que no se comparan con mi realidad actual.

Cada año tenía su anécdota, algo que lo distinguía, algo que lo hacía especial. Pero lo que mas especial los hacia era que siempre estaba con toda mi familia, y con mis amigos, en mi hogar.

Pero un día llegó el terror a nuestras vidas, y es el día de hoy que no se ha ido. ¿Por qué nosotros? ¿Qué hicimos para merecer semejante castigo? Creo que nadie tiene la respuesta...

Cientos de soldados turcos devastando nuestras creencias, nuestra religión, nuestra cultura, nuestros hogares; asesinándonos sin piedad. ¿Y todo porqué? Porque no pensamos igual que ellos. Que fácil es eliminar las diferencias cuando estorban en el cumplimiento de otros intereses...

Así fue que, en el intento de escapar, me introduje a escondidas en un barco de carga, sobreviviendo con las sobras que los tripulantes dejan luego de comer.

30.12.1916

No se dónde está mi familia desde que todo empezó. Aún recuerdo cuando tuvimos que escapar de los jóvenes turcos y mis padres nos escondieron a mi hermano y a mí para que no nos vieran. Luego, cuando salimos, ellos ya no estaban, y con mi hermano tuvimos que seguir solos.

Corrimos más rápido de lo que jamás habíamos corrido. Necesitábamos llegar al puerto de Yerevan, era la única forma de no caer en la tortura de los turcos; abandonar nuestra tierra.

Cuando estábamos a punto de llegar al puerto de Yerevan, notamos que estaba rodeado de soldados. Pero mi hermano, tan astuto como siempre, tuvo la idea de escondernos en alguno de los contenedores de carga que iban a parar a los barcos. Pero cuando estábamos acercándonos a los contenedores, unos soldados se dieron cuenta de nuestra presencia y empezaron a correr hacia nosotros. Tuvimos que apresurarnos, llegamos a un contenedor y tratamos de abrirlo, pero no podíamos.

Después de forcejear mi hermano logro abrirlo, y me hizo entrar. Pero los soldados ya estaban cerca. Cerró la puerta rápido para que no me atraparan…

- Tzedesutiun iejpairs”

- “Ies yad ge sirem kess”

31.12.1916

Se termina el año ya. La ropa, mas allá de estar sucia, comienza a quedarme grande. Las fuerzas se me van de a poco. Hasta las ganas de escribir en este diario comienzan a esfumarse.

01.01.1917

Empieza otro año y no se qué me espera. Aguardo ansioso que el barco se detenga en algún puerto, aunque no sé como seguirá mi vida una vez que eso pase. Tan sólo queda esperar…

10.03.1917

El sol entró por la ventana y me quemó la cara. Abrí los ojos para comenzar un nuevo día, ya sin esperanzas. Me paré y miré por la ventana, y me di cuenta de que el barco ya había anclado en un puerto.

Salí del barco para conocer el lugar que será mi hogar. Caminando por el muelle, pregunté a un hombre que estaba limpiando un velero en dónde estaba. Me dijo que en Buenos Aires, Argentina.

Jamás había estado allí, pero para todo hay una primera vez. Ahora tenía que buscar un lugar donde quedarme.

Enseguida me di cuenta que era un país lleno de inmigrantes, así que supuse que no me costaría tanto trabajo encontrar algo. Pero sí tendría problemas con el idioma. Esa era mi preocupación.

Pero ahí mismo, en el puerto, había un pequeño local de comida manejado por unos jóvenes armenios. Me di cuenta porque en la puerta había un pequeño cartel que decía “se busca empleado” en armenio. Entré.

- “Parev”

- “Parev!”

Comencé a trabajar allí en la cocina. Todos estaban en la misma situación que yo, habían llegado a Argentina tras escapar del ataque de los jóvenes turcos. Pero habían sabido reunirse para soportar juntos.

15.03.1917

Encontrarme con ese grupo de sobrevivientes armenios fue mi salvación. Además de hallar trabajo y hogar (ya que ellos me hospedaron en una pensión detrás del negocio), encontré amigos. Tuve con quién hablar, con quién compartir esa sensación de vacío dentro de mí, que ellos entendían a la perfección.

Me contaron que estaban tratando de hallar, de a poco, al resto de los jóvenes que habían logrado escapar del genocidio. Yo estaba preocupado por mi hermano, desde ese día que lo perdí de vista no supe nada más de su paradero.

10.04.1917

Hoy se cumple un mes desde que bajé del barco. Mi vida dio un gran vuelco desde que zarpé, pero de a poco estoy formando mi camino.

Aún no se nada de mi familia. Hemos ido encontrando gente en los distintos barcos que anclan en el puerto. De a poco vamos sumando cantidad al grupo. Así todo se hace más fácil. Pero aún necesito el calor de mi familia.

27.04.1917

Hoy uno de mis compañeros me despertó apresurado. Parece que el próximo barco viene lleno de inmigrantes provenientes de Europa oriental. No perdemos las esperanzas de encontrar conocidos. Siempre es bueno ser más…

12.02.1918

Hace varios meses que estoy parando en Buenos Aires. Cada vez somos más. Ya estamos apretados en la pensión. Pero no nos importa, aunque estemos en verano y haga calor, aunque alimentarnos a todos sea difícil, estamos todos juntos.

Sigo esperando día tras día que mi hermano aparezca. No pierdo las esperanzas.

22.04.1918

Hoy es domingo. Uno de mis compañeros me despertó y me dijo que tenía una sorpresa para mí. Jamás imaginé qué era hasta que salí de la habitación y lo vi.

¡Era mi hermano! No podía creerlo. Mis sueños se hacían realidad de un segundo al otro. La felicidad y la sorpresa corrían por mi sangre a velocidades inimaginables. Después de tanto tiempo de desearlo, de soñarlo, de rezarlo, él estaba allí. Algo sucio y desprolijo, pero era él.

Lo abrasé durante minutos y minutos sin soltarlo. Había pasado un año y varios meses sin saber de él.

Luego lo solté y le pregunté dónde había estado. Estuvimos horas hablando. Me contó todo lo que le había sucedido. El día que escapamos, luego de que yo entrara en el contenedor, él tuvo que seguir huyendo de los soldados turcos. Lamentablemente lo atraparon, y lo llevaron a un calabozo.

Estuvo ahí varios meses, los guardias lo tenían a pan y agua. Lo golpeaban, lo torturaban. Y el sólo pensaba en buscarme, sólo rezaba por mi, al igual que yo por él. Hubiera preferido que ese horrible destino me toque a mí. Pero la moneda cayó de su lado.

Pero, para su sorpresa, hace aproximadamente dos meses, uno de los guardias turcos, cuando el otro estaba durmiendo, abrió las rejas y lo liberó. Le pidió que lo siguiera por un túnel que había tras un mueble. Cuando llegaron al final del túnel, se encontraba en el puerto, rodeado de jóvenes armenios, abordando un viejo bote. El guardia turco lo había salvado, y él no entendía porqué. Ni yo tampoco lo hubiera entendido.

El guardia lo apresuró a abordar el bote, y se metió de nuevo en el túnel. Así fue como emprendió viaje hacía la costa Argentina, y pasó dos meses rodeado de otros armenios, que también llegaron hoy al maravilloso puerto de Buenos Aires, el cual ya está repleto de nosotros.

Me dijo que nuestros padres habían sido asesinados.

24.04.2008

El tiempo ha pasado. Hace años, décadas que no escribo en este diario. Las hojas están amarillentas y cortadas por los años. Dejé de escribir cuando dejé de necesitar algo que llenara ese vacío en mí. Una vez que mi hermano apareció, mas allá de la muerte de mis padres, me sentí completo, después de tanto esperarlo. Y ahora hace ya muchos años que estamos juntos, pusimos nuestro propio negocio, cada uno tiene su familia, cada uno tiene su vida.

Aún hoy, después de noventa y tres años, el Estado turco no admite el genocidio. Luego de la muerte de un millón y medio de armenios, no lo aceptan. Nos habrán quitado a muchos compañeros, amigos, familiares, nos habrán quitado nuestros hogares, pero jamás nos quitaron la esperanza.

En Argentina se reconoció el genocidio, y este día, 24 de Abril, fue nombrado el "Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos", en conmemoración a lo sucedido hace noventa y tres años.

Si hay algo que pude sacar de todo esto es que, en la guerra, todos pierden. No hay victoria, se puede ganar la guerra pero se pierden miles de otras cosas más importantes. Desde vidas, las piernas, los brazos, hasta la dignidad, el orgullo, la felicidad, la unidad, el sentimiento por la propia patria, como aquel soldado turco que ayudo a mi hermano, definitivamente no estaba de acuerdo con lo que su país estaba haciendo.

Habiendo tantas cosas por crear, se dedicaron a destruir…


Hoy sigo perdido, sin noción del tiempo. Aún no se si mañana será mejor. Pero sigo pensando en la misma cosa… en volver…


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